
Muy a menudo llegan personas a mi consulta con Ansiedad o más bien, con una necesidad enorme de librarse de ella. Muchas veces les pregunto cómo imaginan su vida si Ansiedad ya no estuviera, si ya se hubiera ido y esta etapa terminase. Con demasiada frecuencia me responden: “Igual, pero si n Ansiedad”.
Es entonces cuando llega el momento de dar la noticia:
Eso no existe. No es posible.
Antes de que la ansiedad llegase, consciente o inconscientemente, has desatendido a una parte de ti, has dejado de atenderte o de escucharte. Y no tiene sentido volver ahí.
La mayoría se ríen y bastantes se molestan cuando les pregunto si pueden imaginar a Ansiedad como su mejor amiga. Como alguien que les conoce muy bien, alguien con quien han pasado horas tomando café y a quien han hecho sus confesiones más profundas en las noches de desvelo. Alguien que, de un modo cómplice, viene a avisarles de algo importante. Alguien que además te quiere tanto, que no se va a ir hasta que no hayas podido escucharlo. Alguien con quien vas a tener una conversación de esas que te puede permitir ver la vida de otra manera.
Normalmente percibimos a ansiedad como una visitante “non grata” y le damos un portazo (un ansiolítico, por ejemplo)…pero ¿qué pasaría si le invitáramos? ¿qué pasaría si nos sentásemos junto a ella, respirando? ¿Qué podría contarnos si le servimos una infusión o un vino y le decimos que estamos dispuestas a escuchar? ¿De qué me daría cuenta si respiro profundamente y me atrevo a mirarle a los ojos?
Cuando “Mi mensajera” (así comencé a llamar a mi ansiedad para poder comprenderla de otra manera) se empeña en entrar en mi vida hay una parte de mí que enfurece y tiene miedo…y otra que se pregunta:
¿Cómo cambiaría si me atreviera a darle las gracias por su visita? Porque gracias a ella voy a recibir una información que se me había pasado por alto; gracias a ella comienzo a emprender un cambio que no había podido imaginar aun; gracias a ella voy a entenderme mejor. Sin ella no lo haría, ya que hubiera continuado igual de no ser por su visita.
¿Qué sería distinto si en vez de un portazo pudiéramos decir: “Ansiedad, pasa”?
Tal vez de ese modo…al dejarla pasar… pase…nos escuchemos… comencemos a hacer algo distinto (algo que todavía no imaginamos) y tal vez, se pase.
Así que en ocasiones prescribo un ratito al día dando la bienvenida a ansiedad; invitándola a tu salón o a tu lugar favorito, con una infusión afrutada o tu mejor vino, con la certeza de saber que puedes confiar en ella, que su intención no es dañar…
Sentirte a su lado y escuchar…porque la ansiedad tiene un mensaje para ti. ¿Te atreves a escucharlo?
Esto de dar la bienvenida a la ansiedad me recuerda al poema de Rumi:
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad
Cierta conciencia momentánea llega
Como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
Que vacían tu casa con violencia
Aún así, trata a cada huésped con honor
Puede estar creándote el espacio
Para un nuevo deleite
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia,
Recíbelos en la puerta riendo
E invítalos a entrar
Sé agradecido con quien quiera que venga
Porque cada uno ha sido enviado
Como un guía del más allá
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Un acompañamiento gratuito de una semana con audios y ejercicios que te ayudarán a reducir la ansiedad. Un momento para aprender a escucharte y a recuperar la calma.